lunes, 2 de enero de 2012

Restaurador de almas

"Soledad"
T/m sobre tabla

¡Debes verlo!-... alguien me lo recomendó.
Los fríos del alma formaron estalactitas en la emoción. Fueron demasiadas puertas golpeadas con una pregunta a cuestas. El silencio encadenado fue el único resultado. Pero era persistente como el tiempo. Así como los colores del arco iris, también construí dudas.
Supe que no sería fácil el encuentro; para eso debí crear el escenario... cargarme de fuerzas y una mínima esperanza. La pequeña generosidad para conmigo, no sería un exceso, en todo caso un gesto hidalgo. Cuando llegué, tuve certezas, presentí que lograría salvarme. No me lo pregunté, la gama de respuestas me hubiera agotado.
La sala olía a renacimiento, un leve aroma al antes y al después, los sepias se mezclaban con los verdes, los amarillos clausuraban a los rojos, el aire se impregnó de fresias, un mosaico de sensaciones desgajadas de vidas pasadas y por llegar.
Un fino hilo de humo, ganaba altura, desde el incienso inicial; giraba, hacía volutas, viajaba buscando su siempre, mágicamente en la penumbra del lugar.
La puerta, como el eje de la historia, giró en el silencio. El halo de luz, hendió la oscuridad como una cuchillada en los sueños, perfecta, silenciosa y ritual, quebrando el hechizo. La voz detrás de la luz me invitó a pasar.
-¡Siéntese por favor!-... amable como la tibieza de la silla recién abandonada. Fruncí el ceño, una ligera inquietud se instaló en mi alma.
-... No vi salir a nadie... pensé preocupada. El lugar a diferencia de la vida sólo tenía una puerta. Algo me estaba avisando, el mensaje era un misterio. El hombre tomó asiento, se reclinó, fundió su mirada, con tal intensidad que me supe desnuda.
-¿Por qué me mirará de esa forma?...
-¿Que tengo?... me pregunté frágil, endeble, dudando, luego de tropezar con esa placidez inmutable.
-¿Es que no dirá nada?... ¿por cuánto tiempo permanecerá así?... mi desasosiego no tenía limites, era la frontera de la razón, donde siempre me refugié, cómoda. Un leve movimiento en su butaca, lo meció suavemente; pasó las manos por sus ojos, luego su expresión se convirtió en pensativa. Tomó la dormida lapicera que habrá juntado destierros, olvidos y desapegos, igual que como me siento cuando la noche le niega paso al día. Comenzó a escribir.
-¡Vaya a saber qué!... pensé mientras me adormecía el lento deslizar de la pluma, rasgando suave, la superficie del papel; cada tanto una pausa... nuevamente la mirada soldada y soldando mi interior...
-¿Qué hace este hombre?... murmuré.
-¿Qué diablos escribe allí?... casi furiosa por lo impenetrable, de ese mutismo insondable... siguió edificando silencios... manejando su tinta por el carril del papel... un tren de anuncios circulando por los rieles que devoraban espacios. Completó el texto, garabateando una firma. Me la entregó sin vacilaciones, la hoja no temblaba; la tomé aguardando casi desesperanzada una explicación. Me acompañó hasta la puerta. La que no había visto y por la que no entré.
-¡Qué extraño!- me interrogué- ¿por qué por aquí?... ¿por qué no por el mismo sitio por donde entré?.
-¡Bueno!... serán las reglas del lugar... -me dije conformándome.
-¡Mucha suerte!... fue el lacónico mensaje de despedida. A caballo del asombro sin dar crédito a la nada, atiné a contestar –¡Gracias!.
Abrí la hoja plegada, ansiosa, trémula, agitada por saber, por develar, por conocer o por temer, Y decía:

INGREDIENTES:
rocío-pétalos-sol-estrellas-lluvia-nube-viento-luna

PREPARACIÓN:
Una gota de rocío... colocar en un tazón...
Dos pétalos de jazmín... llevarlos al corazón...
Beber un rayo de sol... alimentarse de estrellas...
Perfumarse con la lluvia... servirá para ser bella...
Descansar sobre una nube... hasta quitarse el dolor...
Una caricia de viento... aplacará el temor...
La pasión será la luna... cuando te montes en ella...
Dejando atrás los despojos que no registran tus ojos...
Paisajes del que eres dueña... porque tu alma ya sueña...


Bebí el preparado con el apuro de ser. Una cierta vacilación instalada en la memoria me construía la historia. La expectación era parte de la conmoción celeste que golpeaba mi corazón.
-¿Qué hay de cierto?...
-¿Qué estoy esperando?...
-¿Como lo puedo creer?...
Pasó un tiempo. Mi cuerpo comenzó a sacudirse. Raudos, partieron extraños fantasmas. Pude mirarme y comprobar la metamorfosis.
Un hombre vestido de negro recogió mis restos, enterrándolos, lejos, junto a otros. Dejé atrás el ruido a chatarra...
Una nueva partitura ganaba el espacio...
Oí violines en mi alma... y comencé a volar...


Angeles Charlyne